lunes, 21 de enero de 2008

La Ilustración

La Ilustración.
La Ilustración es una de las etapas más brillante, atractiva y sugerente de la Historia de la Filosofía. Comienza a finales del siglo XVII, se extiende por Inglaterra y Alemania y culmina con los acontecimientos revolucionarios de 1789 en Francia.
Los antecedentes del pensamiento ilustrado se sitúan en Inglaterra: en el ámbito científico con la obra de Newton; en el ámbito filosófico, con las aportaciones de la filosofía empirista; y en el ámbito social, económico y político con los sucesos revolucionarios (1649 y 1688) que culminaron en un sistema liberal.
Si hay un concepto que pueda expresar todo el alcance y sentido de la Ilustración ese el concepto de Razón, de una razón a la que se le niega todo carácter innato ; se forma y perefcciona; se confunde con esa actividad que operando sobre los datos de los sentidos es capaz de organizarlos y estructurarlos. Se pasa de prisa sobre su poder deductivo, pero se insiste en su valor discriminatorio: juzga, compara, mide, descubre,..... Su método es el análisis. Es una razón autosuficiente, autónoma: no necesita de la autoridad ni de la tradición. Su valor radica en su carácter universal: es idéntica en todos los individuos.
Pero, además tiene una dimensión práctica: es un instrumento que puede perfeccionar las ciencias y las artes y, con ello, la comodidad y el bienestar del individuo. En la razón está la salvación, la luz y la felicidad: estamos en los comienzos de la Humanidad. La oscuridad, la intolerancia, el fanatismo... habían dominado hasta ahora. La luz, la tolerancia, la libertad,... comienzan.
Las características principales de la Ilustración son: antidogmatismo y escepticismo en la religión; liberalismo y antiautoritarismo en lo político y optimismo en el progreso.
El protagonista de la ilustración francesa es el filósofo, pero ya no estamos ante el filósofo tradicional académico y escolástico, sino ante un hombre culto, informado en las distintas artes y ciencias, libre de prejuicios, tolerante,.... No vive en un mundo hóstil ni es reticente ante los placeres que ofrece la vida. Voltaire, Diderot, D´Alambert, Rousseau,...... son los autores más representativos de este movimiento. Hay también otra corriente de filósofos que partiendo de la fusión entre la res extensa y res cogitans cartesianas unida a la tradición empirista nos ofrecen una perspectiva diferente de la moral, la religión, la política, la naturaleza, .... Filosofía que desemboca en posiciones materialistas: Helvetius, D´holbach, Lamettrie, Condillac y el Marqués de Sade, entre otros.
El marco de la Ilustración no estaría completo sin una referencia a los salones . Los Salones eran los lugares de encuentro de las figuras más relevantes de todos los campos: filosofía, ciencia, política,... Estaban regidos por mujeres y entre los más famosos se encuentran los de Madame Geoffrin, Julie de Lespinesse, Madame du Deffand y otras.
El sentir y el quehacer de la nueva época se plasma en la Enciclopedia (Encyclopédie, ou Dictionnaire raisonné des arts et des métiers), obra de treinta y cinco volúmenes que comenzó a publicarse en 1751 y se concluyó en 1780.
La posibilidad del cumplimiento de todo el programa de la Ilustración sólo es posible mediante la educación. Es ésta una de las batallas más importante que los ilustrados mantuvieron con las ideas, los valores y las instituciones tradicionales. Y el origen laico y universal de la educación actual.
El pensamiento ilustrado tiene un carácter pedagógico ya que se encamina a la difusión del saber y a la creación de un nuevo tipo de hombre: un hombre crítico y libre. Esta es la tarea que exige el presente y, desde esta perspectiva subrayan los defectos de la educación recibida y de los fundamentos de la misma.

domingo, 20 de enero de 2008

División de los Tiempos prehistóricos.

División de los tiempos prehistóricos
Las armas y utensilios del hom­bre prehistórico, revelan modos de elaboración muy diversos. Algunos son de piedra rústicamente tallada a golpes, otros son de piedra puli­da; otros, en fin, son de cobre, bron­ce o hierro, y pertenecen, por su­puesto, a épocas más recientes. Esta diferencia de material o de artesa­nía de los utensilios, sirvió para di­vidir la Prehistoria en períodos.
1. período de la piedra tallada o paleolítico1;
2. período de la piedra pulida o neolítico3;
3. período del cobre;
4. período del bronce;
5. período del hierro.

Estos dos últimos períodos no siempre corresponden a la Prehisto­ria, pues los primeros pueblos de Oriente que emplearon la escritura, realizaron ese invento en plena épo­ca del bronce. Para ellos, pues, par­te de la edad del bronce, y toda la edad del hierro, son períodos his­tóricos.
LOS PROGRESOS DEL HOMBRE PREHISTÓRICO
Período paleolítico
El período paleolítico, o de la piedra tallada, es el más extenso de la Prehistoria. Abarca desde los orí­genes de la humanidad hasta diez mil o doce mil años antes de Cristo.
Las condiciones de la vida en aquel entonces debieron ser comple­tamente distintas de las actuales. El hombre paleolítico soportó los gran­des cambios de clima, fauna y flora producidos por la invasión de los glaciares, y debió luchar enérgica­mente para sobrevivir. Incapaz de construir por sí mismo una habita­ción, el hombre se refugió en caver­nas, en las que vivió durante milla­res de años. En estas cavernas, muy numerosas sobre todo en Francia y en España, se hallaron toda clase de restos prehistóricos, que las convier­ten para nosotros en verdaderos mu­seos sepultados.
Ninguno de los pueblos salvajes actuales nos puede dar, por compa­ración, idea de lo que fue la vida del hombre paleolítico.
Es necesario forzar la imagina­ción para concebir la situación de desamparo en que se hallaron frente a la naturaleza los primeros seres humanos, cuando para defenderse
de los animales sólo poseían sus ma­nos y eran incapaces de construir un abrigo que los protegiera contra las inclemencias del tiempo. Pero la inteligencia del hombre le permitió superar todos los obstáculos: apren­dió a utilizar el fuego, que le propor­cionó al mismo tiempo calor y de-, defensa contra los animales feroces, y aprendió también a tallar la piedra, para obtener armas y utensilios que mejoraron sus condiciones de vida.
LOS CAZADORES PALEOLÍTICOS.
Los hombres del paleolítico resolvie­ron el problema alimenticio median­te la recolección de vegetales silves­tres y la búsqueda de huevos, miel u otros productos animales; pero la principal fuente de su alimentación se la proporcionó la caza y la pesca .La lucha contra el animal esti­muló su ingenio. Para su captura ideó trampas y ardides. Pero el gran invento de aquellos cazadores primi­tivos fue el de las armas arrojadizas, especialmente el arco y la flecha, que aumentó en gran medida su ca­pacidad cazadora.
Es curioso señalar que estos rús­ticos y primitivos cazadores de la época paleolítica, poseyeron, a ve­ces, un notable instinto artístico. Así
lo acreditan pinturas de animales realizadas en algunas cavernas pa­leolíticas, que como la de los bi­sontes pintados en la cueva de Altamira, en España, son de una maestría increíble.

Período neolítico
El comienzo de este período o de la piedra pulida, fue señalado por cambios importantísimos.
Uno de ellos, el que precisamen­te da nombre a esta época, fue la manera de trabajar la piedra por el sistema del pulimento, que mejoró la calidad y forma de los utensilios. Las piedras se pulían frotándolas con arena húmeda, o por el roce persistente contra piedras más duras.
Pero, simultáneamente con la invención de la nueva técnica del pulimento, e» la época neolítica se realizaron dos progresos de vital im­portancia: la domesticación de ani­males y el cultivo de la tierra, surgiendo así los primeros grupos humanos de pueblos pastores y agri­cultores.
Por lo menos en Europa, .la ini­ciación de la época neolítica suele ubicarse en una fecha que oscila en­tre los años -10000 a -8000. En las distintas regiones del globo, su duración fue variable. En Egipto y Mesopotamia duró hasta el milenio —IV, época en que allí ya em­piezan a usarse los metales.
En cambio, en otras comarcas, la vida neolítica se prolongó todavía por muchísimo tiempo, y en algunas partes del mundo aún continúa (Brasil central, Polinesia).
De todos modos, la duración de este segundo gran período es menos extensa que la del paleolítico.
Los vestigios de la vida neolíti­ca son mucho más abundantes que los del paleolítico. Entre ellos de­ben mencionarse los restos de aldeas lacustres o palafitos, formadas por chozas construidas sobre pilotes hundidos en el lecho de los ríos o de los lagos.
Otros interesantes vestigios neolíticos son unas curiosas construcciones, en piedras enormes, llamadas dólmenes y menhires.
Los dólmenes generalmente es­tán formados por dos inmensas pie­dras que sostienen otra que reposa sobre ellas a la manera de la coro­nación de una mesa. Probablemen­te, los dólmenes fueron monumentos funerarios de piedra, que señalaban y protegían los lugares donde se en­terraba a los grandes jefes.
Los menhires son conjuntos de mojones de piedra, alineados en lar­gas filas, o en forma circular, quizás con la finalidad de señalar lugares importantes de reunión o de culto.
LA AGRICULTURA Y LA DOMESTI­CACIÓN de animales. La domesti­cación de animales y la explotación de la tierra, son dos de los más gran­des adelantos cumplidos por el hom­bre en su marcha ascendente hacia la civilización. Ambos transforma­ron profundamente la existencia humana, y proporcionaron una co­modidad de vida hasta entonces insospechada.
En un principio, el cultivo de la tierra se realizó en forma muy tosca.
Con palos puntiagudos se removía e! terreno para plantar las semillas. Pero, posteriormente, el trabajo hu­mano fue complementado con el trabajo animal y el palo fue reem­plazado por el arado de piedra, que permitió abrir surcos más profun­dos y aprovechar mejor la fecundi­dad de la tierra.
Los beneficios de la agricultura fueron múltiples. El trabajo del sue­lo transformó al cazador nómada y movedizo en labrador sedentario, o sea, como lo indica la palabra, ape­gado a una sede o lugar. Además, proporcionó al hombre nuevas solu­ciones al problema de la alimenta­ción, con la harina de los cereales, y al problema del vestido con las fi­bras de plantas como el lino, que le proveyeron de materiales para su indumentaria.
La agricultura fue también un poderoso factor de civilización, por­que al brindar al hombre más rique­za alimenticia, lo emancipó de la extenuadora lucha por la subsistencia. Entonces, éste pudo dedicar su excedente de energías a superiorizarse, tanto en la obtención de nue­vas comodidades materiales, como en el desarrollo del conocimiento y de las artes.
A su vez, la domesticación de animales fue otro gran factor de progreso económico. Los primeros animales domesticados fueron, pro­bablemente, el perro, el cerdo, la oveja, la cabra y los bovinos. El perro solamente dio su fidelidad y su vigilancia; el cerdo, su carne, la oveja y la cabra, su lana; los bovi­nos, además de la carne, su ayuda para el trabajo agrícola, arrastrando el arado, y también utilizados para el transporte, uncidos a un carro7. Esto último fue posible mediante la invención de la rueda, que data de esta época.
sedentario y pastores. La cría de animales domésticos en gran es­cala repercutió en la vida de los pueblos neolíticos de dos maneras muy distintas, según los casos.
Los sedentarios agricultores los utilizaron como complemento para su alimentación y como ayuda para la labor del campo. En cambio otros pueblos, los llamados pueblos pas­tores, se dedicaron exclusivamente a su crianza. El cuidado constante de sus rebaños fue para estos pueblos una ocupación fundamental y deter­minó en ellos una vida especial, muy distinta, por cierto, de la de los agricultores.
Como debían llevar sus anima­les de un punto a otro, en busca siempre de las regiones abundantes en pastos, estos pueblos se hicieron errantes. A diferencia de los seden­tarios agricultores, los pastores care­cieron de sede fija. No se estabiliza­ban jamás en un lugar. Si el paraje era bueno para sus rebaños, levan­taban allí sus carpas de pieles y formaban campamento provisional, hasta que la insuficiencia de los pastos los obligaba a levantar sus carpas y dirigirse a otra zona más propicia.
La oposición entre el sedentario y el nómada es, pues, radical, y con el transcurso del tiempo se hizo ca­da vez mayor. Porque mientras el primero se fue civilizando con rela­tiva rapidez, el segundo pronto al­canzó el límite máximo de sus pro­gresos y se estancó en una situación de semibarbarie. La vida agitada y ruda del nómada mantuvo siempre despierta en él la afición a la vio­lencia y a la guerra; muchas veces satisfizo esos instintos con el ataque a los sedentarios, a quienes, por ser más cultos y ricos, era muy prove­choso despojar.
Veremos en el transcurso de nuestro estudio que muchos sucesos.importantes de la historia de Oriente se explican por las luchas frecuentes entre nómadas y sedentarios.

Edad de los metales

El cobre fue el primer metal usado por los hombres. Los objetos de cobre más antiguos que se conocen han sido hallados en las tumbas egipcias correspondientes a fines del milenio -v.
Dos circunstancias explican que el cobre haya sido el primer metal conquistado por el hombre: su ma­leabilidad y el encontrársele a veces puro, es decir, naturalmente sepa­rado de otros minerales. Pero cuan­do la demanda creciente dificultó la adquisición de cobre puro, hubo que recurrir para obtenerlo a los yaci­mientos donde se le encontraba mezclado con otros minerales. El hombre tuvo entonces la ingeniosa idea de emplear el fuego para extraerlo y aislarlo.
Así comenzó la metalurgia otra de las grandes invenciones que am­plió las posibilidades materiales de la humanidad.
En efecto, el conocimiento de la fusión del metal por el fuego, unido al empleo de moldes de arcilla, per­mitió producir en gran escala los objetos deseados. Los moldes hicie­ron con rapidez lo que antes reque­ría el esfuerzo paciente y tenaz de las manos humanas.
La excesiva maleabilidad del co­bre impedía usarlo en la confección de instrumentos verdaderamente re­sistentes. Este inconveniente fue subsanado cuando algún inventor desconocido lo mezcló con estaño: así apareció el bronce, de mayor dureza.
Los pueblos trabajadores del bronce adquirieron una gran superioridad guerrera, pues este metal sirvió para mejorar las armas. Así' el cuchillo primitivo se alargó trans­formándose en una verdadera espa­da con mayor poder ofensivo, y tam­bién se emplearon nuevas armas defensivas, como el casco y la co­raza.
En Egipto y Mesopotamia, la edad del bronce duró alrededor de dos mil años, desde el milenio -IV hasta mediados del milenio -II, en que un nuevo metal, el hierro, desplazó gradualmente el uso del bronce.

PERÍODO DEL HIERRO. La intro­ducción del hierro se produjo, por lo tanto, en una época muy poste­rior, y cuando ya en Oriente se ha­bían desarrollado grandes imperios, como el egipcio, en el valle del Nilo, y el de Babilonia, en Mesopotamia, y hacía ya muchos siglos que en ellos se conocía el uso de la es­critura.
El período del hierro constituye, pues, un capítulo relativamente tar­dío de la historia de los pueblos de Oriente, capítulo de suma importan­cia por cuanto la difusión de ese metal es un acontecimiento vincula­do a grandes movimientos invasores de pueblos (hititas, kasitas, hicsos), que conquistaron los pueblos existentes.
Posiblemente, el uso el hierro, cuyas cualidades les aseguraba la preeminencia sobre el resto de los metales, se extendió por Europa más o menos en esta misma época (- 1.700 a – 1.000).

jueves, 17 de enero de 2008

Historia Primitiva o Prehistoria

Orígenes y Antigüedad Clásica del Mundo Actual





Prehistoria.


Se ha especulado mucho acerca del origen del hom­bre. A las creencias más o menos fantásticas y místicas de los pueblos antiguos, se sobrepusieron versiones religiosas que asociaban el nacimiento de los distintas­ los pueblos a una primera pareja enviada por Dios. Esta visión permitió que las comunidades primitivas encontraran­ respuestas satisfactorias a preguntas cruciales romo ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos?, ¿qué hacemos aquí?

En 1871, Charles Darwin publicó El Origen de las Es­pecies, obra criticada, pero que despertó un creciente interés por los orígenes del hombre. De los postula­dos de Darwin y de quienes lo siguieron, se despren­de que el hombre ha evolucionado desde su aparición en la tierra, alcanzando estadios de desarrollo físico e intelectual cada vez mayores.

Los restos más antiguos de seres humanos han sido encontrados en África y corresponden al denominado AUSTRALDPITHECUS (mono meridional). Esos restos tienen una antigüedad de entre 45.000 y 50.000años.

Sin embargo, éste no era un verdadero ser humano, puesto que sus características eran más parecidas al mono. Podemos hablar ya de un verdadero ser huma­no con la aparición del llamado Homo Habilis. Después de una larga evolución, hace unos 35.000 años apa­rece el Homo Sapiens, de donde se origina el hombre del presente.
La Prehistoria es el periodo comprendido entre la apa­rición del hombre en la tierra y la invención de la escritura. Dentro de la Prehistoria se ubica la Edad de Piedra, que abarca desde la aparición del hombre hasta aproximadamente el año 3.DOD a. de C. (alrededor de unos 5.ODD años desde nuestra época).

La Edad de Piedra comprende, a su vez, dos etapas:

1. Paleolítico, o también llamado la Edad de la Pie­dra Antigua. Este período culmina alrededor del 8.000 a. de C. (unos 10.000 años desde nuestra época). Durante el Paleolítico se extendió el uso de la piedra tallada. Esta época se caracterizó por el avance de los hielos, las llamadas glaciaciones, siendo la subsistencia del hombre extremadamente difícil. El hombre del paleolí­tico se dedicó a la caza, la pesca y la recolección de frutos. La organización social era precaria. Estos hombres vivían en pequeñas comunidades nómades, habitando cuevas o viviendas fabricadas con cueros de animales. De igual manera, confeccionaron armas y diferentes utensilios, tanto de uso diario como de carácter ritual. En todos los pueblos de la Antigüedad se manifiesta la creencia de vida en el más allá, signo de ello es que enterraban a sus muertos depositando en la tumba alimentos y herramientas, ya que pensaban que las ne­cesitarían en la vida futura. Estas creencias religiosas se caracterizaban por la vitalización de las fuerzas de la naturaleza, representadas por un volcán en erupción, una tormenta, una estrella fugaz, etc., fenómenos a los cuales se les atribuían dimensiones mágicas, pues encontraban explicación en la intervención de algún dios, que manifestaba su voluntad a través de fenómenos naturales. Las primeras representaciones artísticas estuvieron asociadas también a la religión. Se les atribuían poderes sobre los animales, lo que, por ejem­plo. facilitaría la caza. Así, dibujar un animal atrave­sado por una lanza seria augurio de buena caza. Estas pinturas llamadas rupestres se encuentran, por ejemplo­ en cuevas ubicadas en España y en Francia (Altamira y ­Lascaux. respectivamente).

2. Neolítico, o también llamado Edad de la Piedra Nueva Se extiende desde 8.000 años a. de 0. hasta unos 3.000 a. de 0. El Neolítico significó cambios profundos para el hombre puesto que éste logró dominar aún más la naturaleza. En este periodo aparece la piedra pulida y perforada, lo que se tradujo en la confección de ins­trumentos mejor elaborados y más útiles. Lentamen­te. comienzan a surgir importantes inventos como el telar, y descubrimientos como la utilización del fuego para la cocción de alimentos y de artefactos de gre­da. En conjunto con la aplicación del fuego a la gre­da. el sentimiento artístico del hombre lo llevó a decorar los mismos.

En este periodo se domesticaron algunos animales cabras y ovejas> y se cultivó la tierra. Este último hecho fue de capital importancia, puesto que terminó con el nomadismo, posibilitando la sedentarización y, por ende, el surgimiento de las altas culturas.

De esta manera, la anterior lucha por sobrevivir y obtener el alimento para el grupo o clan, se va a trasladar a la tenencia de buenas tierras. Para proteger al grupo familiar y a sus tierras, los individuos se unieron conformando aldeas. Para guiar a la tribu y para ha­cer respetar las leyes surgen las autoridades. A veces eran destacados guerreros; otras, un consejo de an­cianos.

Las manifestaciones religiosas del Neolítico estuvie­ron vinculadas a la magia. El oficio de mago o brujo adquirió tal importancia, que la gente recurría a él incluso para acabar con los avatares de la naturaleza. Nacen así la danza, los ritos de iniciación, los sacrificios y as ofrendas.

Estas manifestaciones permitieron que los distintos pue­blos o tribus desarrollaran sus propias costumbres y su propia lengua, lo que originó la cultura de cada uno e ellos.
A fines del Neolítico, los pueblos ubicados en el Cer­cano Oriente descubrieron el uso de los metales. El primero fue el cobre, que era moldeado con una pie­dra. Luego vino un descubrimiento asombroso: estos metales, mediante la aplicación de calor se derretían, con lo cual se les podía dar la forma y el tamaño deseados. Esto marcó el principio de la Edad de los Metales, que se inició con el uso del cobre y conti­nuó con la aparición del bronce (unión de cobre y de estaño), que dio origen a la Edad del Bronce. Esta última se extendió desde 3.000 años a. de 0. hasta aproxi­madamente 1.700 a. de C. Luego del bronce apareció el hierro.

Otros hechos importantes fueron el descubrimiento de la rueda y el perfeccionamiento de la navegación. Es-tos nuevos inventos significaron un notable avance en las comunicaciones y, por sobre todo, en el intercam­bio económico entre los pueblos.

La humanidad comenzó a diferenciarse. Algunos gru­pos fueron, paulatinamente, transformándose en civi­lizaciones; otros se quedaron en estadios de desarrollo muy inferiores. En América, por ejemplo, a la llegada de los españoles, coexistían verdaderas civilizaciones, como los aztecas, mayas e incas, con pueblos de un nivel de desarrollo medio como los araucanos e incluso con otros que a esa fecha aún vivían en el Neolítico, como algunos pueblos en el Amazonas.

Las primeras civilizaciones se ubicaron en el Cerca­no Oriente, así como también en el sur y en el este de Asia, en una fecha cercana a los 6.000 a. de C. Ha­bitualmente deben su origen a la cercanía de impor­tantes cursos de agua. Tal fue el caso de Egipto, que contaba con el río Nilo. Mesopotamia tenía al Tigris y Eufrates. India el Ganges y el Indo. En China floreció la civilización a las orillas del Hoangho (Río Amarillo) y del Yan-tsé-kiang (Rió Azul).

El sector más importante para el origen de la civiliza­ción, fue la zona comprendida entre el valle del Nilo hasta los oasis de Palestina y de Siria y las fértiles llanuras del Eufrates y del Tigris. Este sector fue co­nocido como la Fértil Medialuna y su importancia ra­dica en que allí surgieron aquellas civilizaciones que posteriormente ejercerían su influencia en Grecia y Roma.